Gerald Maguire tartamudea desde que era niño, pero si hablas con él, es posible que no te des cuenta.
Durante los últimos 25 años, Maguire —psiquiatra de la Universidad de California en Riverside, en Estados Unidos— ha estado tratando su desorden con medicamentos antipsicóticos que no están oficialmente aprobados para esta condición.
Solo prestando mucha atención podrás discernir un tropiezo ocasional en palabras multisilábicas como «estadísticamente» o «farmacéutica».
Maguire no está solo: más de 70 millones de personas en el mundo —incluyendo cerca de tres millones de estadounidenses— tartamudean. Es decir, tienen dificultades para comenzar y sincronizar el habla, lo que resulta en pausas y repeticiones.
Esta cifra incluye aproximadamente 5% de niños, muchos de los cuales superan esta condición, y 1% de adultos.
Entre ellos se incluyen el flamante presidente de EE.UU. Joe Biden, el actor James Earl y la actriz Emily Blunt.
Si bien estas personas, incluido Maguire, han tenido éxito en sus carreras, la tartamudez puede contribuir a la ansiedad social, y hacer que uno sea ridiculizado o discriminado.
Origen del problema
Maguire ha estado tratando gente con tartamudez e investigando tratamientos potenciales durante décadas.
Recibe correos diarios de gente que quiere probar medicamentos, sumarse a sus ensayos o incluso donar sus cerebros a su universidad cuando mueran.
Maguire se ha embarcado ahora en un ensayo clínico de un nuevo fármaco, ecopipam, que agilizó el habla y mejoró la calidad de vida en un pequeño estudio piloto en 2019.
Otros, entretanto, están investigando las causas del tartamudeo, algo que puede llevar también a tratamientos novedosos.
En el pasado, muchos terapeutas atribuyeron erróneamente el tartamudeo a una serie de causas, como defectos en la lengua y la laringe, ansiedad, trauma o incluso una mala crianza, y algunos todavía lo hacen.
Sin embargo, de acuerdo a J. Scott Yaruss, patólogo del habla y el lenguaje de la Universidad Estatal de Michigan, en EE.UU., otros han sospechado durante mucho tiempo que los problemas neurológicos podrían ser la causa de la tartamudez.
Los primeros datos que respaldan esta teoría llegaron en 1991, dice, cuando los investigadores encontraron flujo sanguíneo alterado en el cerebro de las personas que tartamudeaban.
Durante las últimas dos décadas, investigaciones ha hecho más evidente que la tartamudez está en el cerebro.
«Estamos en medio de una explosión absoluta de conocimiento que se está desarrollando sobre la tartamudez», dice Yaruss.
Sin embargo, todavía hay mucho por descubrir. Neurocientíficos han observado diferencias sutiles en el cerebro de las personas que tartamudean, pero no pueden estar seguros de si esas diferencias son la causa o el resultado de la afección.
Genetistas están identificando variaciones en ciertos genes que predisponen a una persona a tartamudear, pero los genes mismos son desconcertantes: solo recientemente se han hecho evidentes sus vínculos con la anatomía del cerebro.
Maguire, mientras tanto, sigue tratamientos basados en la dopamina, un mensajero químico en el cerebro que ayuda a regular las emociones y el movimiento (los movimientos musculares precisos, por supuesto, son necesarios para un habla inteligible).
Los científicos están comenzando a atar esos cabos, incluso mientras avanzan con las primeras pruebas para tratamientos basados en sus descubrimientos.
Retrasos en la conexión
Al observar un escáner cerebral estándar de alguien que tartamudea, un radiólogo no notará nada extraño.
Es solo cuando los expertos miran de cerca, con tecnología especializada que muestra la estructura y la actividad en profundidad del cerebro durante el habla, que las diferencias sutiles entre los grupos que tartamudean y los que no se hacen evidentes.
El problema no está confinado a una parte del cerebro.
Más bien, se trata de conexiones entre diferentes partes, según la experta del habla y el lenguaje, y neurocientífica, Soo-Eun Chang, de la Universidad de Michigan.
Por ejemplo, en el hemisferio izquierdo del cerebro, las personas que tartamudean, parecen tener a menudo conexiones un poco más débiles entre las áreas responsables de la audición y los movimientos que generan el habla.
Chang también ha observado diferencias estructurales en el cuerpo calloso, el gran haz de fibras nerviosas que une los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro.
Estos hallazgos sugieren que la tartamudez puede resultar de leves retrasos en la comunicación entre partes del cerebro.
El habla, señala Chang, sería particularmente susceptible a tales retrasos, porque debe coordinarse a la velocidad del rayo.
Interferencia
Chang ha estado tratando de entender por qué aproximadamente el 80% de los niños que tartamudean crecen y tienen patrones de habla normales, mientras que el otro 20% continúa tartamudeando hasta la edad adulta.
La tartamudez comienza generalmente cuando los niños empiezan a unir palabras en oraciones simples, alrededor de los 2 años.
Chang estudia a los niños hasta por cuatro años, comenzando lo antes posible, buscando patrones cambiantes en los escáneres cerebrales.
Convencer a niños tan pequeños de que se queden quietos en una máquina de imágenes cerebrales gigante y ruidosa, no es una tarea fácil.
El equipo ha embellecido el escáner con decoraciones que ocultan todas las partes aterradoras. «Parece una aventura en el océano», dice.
En los niños que pierden la tartamudez, el equipo de Chang ha observado que las conexiones entre las áreas involucradas en la audición y los movimientos del habla se fortalecen con el tiempo.
Pero eso no sucede en los niños que continúan tartamudeando.
En otro estudio, el grupo de Chang observó cómo las diferentes partes del cerebro funcionan simultáneamente o no, utilizando el flujo sanguíneo como un indicador de la actividad.
El equipo halló un vínculo entre la tartamudez y un circuito cerebral llamado red de modo predeterminado, que está involucrado en la reflexión sobre las actividades pasadas o futuras, así como en lo sueños que uno tiene despierto.
En los niños que tartamudean, la red de modo predeterminado parece insertarse, como una tercera persona que se entromete en una cita romántica, en la conversación entre las redes responsables de centrar la atención y crear movimientos.
Eso también podría ralentizar la producción del habla, dice.
Estos cambios en el desarrollo o la estructura del cerebro pueden tener su origen en los genes de una persona, pero la comprensión de esta parte del problema también ha tardado en madurar.